EL VIENTO DE LOS ANDES: octubre 2011

que nos dejen solos
esta noche
y en silencio
a mí
con la luna
ambos llenos
como en el inicio
del tiempo

Declaración

En paz y alegre con la luz del sol, el candor del mar, el cristalino canto del arroyo. En paz con el viento calmo y el alocado, con el curso de la noche y las estrellas. Agradecido con la Tierra, sus dulces frutos, los árboles de buena sombra, las largas espetas, los desiertos arenales, los profundos bosques, los pantanos; agradecido con los animales que pueblan el orbe y resaltan mares, cielos y tierras. En paz con los hombres y las mujeres de buena voluntad, los soñadores, los parias, los desterrados, los que nunca se han vendido, ni se venderán jamás. Luchando en mis adentros conmigo mismo, tratando de aceptar mi absoluta inconformidad y el eterno cuestionamiento de no ser más que una historia inconclusa, pero cada día más hermosa y más mía...

Y por qué no...

Seguimos siendo el Sur, es claro, y nos sentimos orgullosos hasta la médula de ello... pero mi entrañable María Laspina, cómo explicarte que no solo es imagen, que no solo es lenguaje, que tal si nos ponemos a pensar que: ahora las acciones globales se deben trazar focalizándonos, mentalizándonos, en un Sur Estratégico, y cuando las depres se nos vengan como murciélagos, que tal sí, es un decir, buscamos todos nuestro Sur, para orientarnos, y no perdernos, para pensarnos, para construirnos... Es parte del poder este acontecer simbólico, es el reflejo de uno de los tantos juegos del poder, de esos juegos que a muchos les parece sin importancia... pero Mariita, debemos empoderarnos de nosotros, y de una vez y por todas terminar con la tiranía cartesiana del pensamiento único, del orden único, de la letanía que se empeñaron en enseñarnos y que, como loras repetimos todos los santos días, vamos a darle la vuelta al mundo, podemos y debemos vivir un mundo al revés....

Nostalgia......

Hace más de 20 años, la luz del sol regaló a mis ojos la contemplación de un universo de posibilidades, camino al Antizana, un collar de espejos acuáticos, lacustres cuentas de un rosario a lo largo de la cordillera oriental, espacios donde la vida se ocultaba de la agitada carrera que el hombre impone, desde hace mucho, a su tiempo desenfrenado de modernidades. Esa ruta de viajes, encuentros y reconciliaciones, aún hoy, me salva de las repentinas mareas del desánimo, y en especial de aquella terrible enfermedad, que nos ataca a los emigrantes, cuando nuestra patología esta marcada por la kilométrica distancia de todo aquello que nos nombra y marca la personal historia, esta enfermedad que sabe a añoranza, a recuerdos y esa tierra que sin ser de uno, es tan propia, que nunca nos la "sacudimos, ni del alma, ni de los zapatos".