Una aproximación al concepto de Modernidad
Reiteradamente en discursos de políticos y filosofantes mercadologos (farsantes especuladores del devenir) se alude a la modernidad cual si fuese un mero efecto, un producto, del desarrollo tecno-científico alcanzado por la industria, el que se ve reflejado tanto en la producción, como en la productividad de los procesos en cadena que hoy se emplean en era PostIndustrial, así casi hasta para confeccionar a los seres humanos...
Aún cuando esta (la parafernalia tecnológica) puede ser una de las tantas manifestaciones superficiales, epidérmicas, no es en sí la modernidad, esto sería como juzgar al cuerpo de lo social por los bellos tejados de los barrios altos, o entender el problema de la economía política por la presentación con que se engalanan las mercancías.
Para intentar una aproximación a este concepto, que implica y facilita la comprensión, a su vez periodo histórico y de una propuesta de pensamiento, en este intento de ensayo, asumo como mías las luces brindadas por múltiples estudiosos de la Modernidad, para así marcar una serie de hitos con los que se instaura ésta, fundamentalmente en los cielos de occidente.
Así pues, para muchos de estos pensadores un punto de partida indiscutible con el cual arranca el periodo, que aún hoy nos arropa, y al que conocemos con el nombre de Modernidad, y es el del encuentro entre dos mundos (del que acabamos de cumplir 515 años).
Mas el “descubrimiento de América” es un hito difuso ya que antes de él se generaron una serie de transformaciones que aportarían, en mayor o menor medida a la consumación de este tan importante acontecimiento que quedaría marcado con letras de fuego y oro en el libro de la “Historia Universal”, así que para iniciar es bueno cuestionarse sobre algo primario: Qué es la modernidad y qué implicaciones tiene en nosotros. (el nosotros apela a la condición de Latinoamericanos o por extención a los grupos sociales influenciados por el pensamiento occidental, y que no somos a las claras occidentales, y si marginales hijos de ella).
Modernidad es un concepto que, por una serie de razones se mezcla y confunde con las nociones de desarrollo instrumental, de bonanza y sobre todo de Progreso.
Por ello quiero remitirme a las raíces y lanzar una mirada retrospectiva, y desde lo alto, sin pretender construir una mal tratada historicidad, y así intentar definir la modernidad de Occidente, y para tal efecto, me remito a la Antigua Grecia como punto de partida.
Doce siglos Antes de Cristo, un primer ladrillo, la Época Clásica, instaura el inicio de un proceso, que aún no ha concluido, y en el cual nos encontramos imbuidos, del que somos, hoy en día, independientemente de las posiciones que se puedan esgrimir, parte activa e involucrada en el proceso de su consolidación.
La Antigua Grecia en general y el Período Clásico en particular son las estrellas que más brillan en el estudio de la antigüedad de la Historia Universal, de esa historia de la cual, somos relegados a un compendio que narra del nosotros en dos anexos, uno prehispánico, y otro en el que nos suma a la historia de ellos cuando somos, a sus ojos, el Nuevo Mundo.
Grecia aporta al mundo una luz potente de pensamiento abstracto, metafísico, lógico, una forma de organización en torno al tiempo y al espacio, así como la gen misma del orden de lo social y lo político, el devenir de la fatalidad trágica, y toda su tragedia legada en obras inmortales que se constituyen en fortísimos pilares de la cultura humana.
Por Grecia todos los ejércitos pasaron y sobre ella todas las culturas se quedaron, pero Grecia dominó y se mantuvo altiva con el legado de su pensamiento, un pensamiento estructurado, sistematizado, ordenado, deductivo y por sobre todas las cosas Abstracto, el cual permitió la construcción de un Logos y un Logocentrismo que identificó al ser social de este periodo.
El pensamiento logocéntrico en el Período Clásico se fundaba en asumir una forma superior de racionalización en torno al devenir, mismo que no se enfocaba sobre los objetos de la realidad concreta, sino sobre la comprensión del ser, es decir de las esencias (filosofía y metafísica), lo cual denota claramente una especie de lujuria obsesiva por controlar el pensamiento, fundado esto en prácticas y ejercicios intelectuales tales como la Poiesis y la Gimnasia.
Su ciencia se enfocaba en el estudio de las esencias, además era contemplativa, es decir que no aspiraba a tener una utilidad práctica, ni una concreción efectiva en tanto tecnología. Era metafísica, por cuanto presumía que cada cosa, cada realidad, tenía algo que era estable, eterno e inmutable por siempre y para siempre. Y por ultimo, era legal, es decir que fundaba su conocimiento en leyes y no en meros fenómenos que se presentan a los sentidos.
Todo este acervo que se hace palpable en el desarrollo de las Matemáticas, la Lógica, la Ética y la Metafísica, entre otras, sufre un repentina muerte por congelamiento u olvido asfixiante cuando en la edad media es cubierto por una nube negra que oscurece el cielo del pensamiento privilegiando el desarrollo de la Teología como eje retórico discursivo con el cual se pretende dar explicación de todo fenómeno, consolidando así esta nueva discursividad, esta metáfora explicativa del mundo como la única posibilidad.
Tiempo después, aproximadamente desde el siglo XV de nuestra era, hasta la actualidad, la ciencia cambia sus postulados y adquiere una nueva comprensión que se entiende desde el postulado propuesto por Santo Tomás: “Ver para creer”.
La ciencia contemplativa, abstracta y no utilitaria cambia y se consolida la concepción empirista de la ciencia, la cual además aparece en un periodo importante en el cual se gestan una serie de procesos de carácter tecnológico de suma trascendencia, los que se podrían considerar como los propulsores de la Modernidad, estos son:
1. El descubrimiento de la pólvora en occidente (ya que en culturas de oriente se la conocía y usaba desde hace mucho tiempo atrás), y con la pólvora, la creación de armas de fuego, lo que implica por obvias razones una radical modificación en la concepción del arte guerra y por tanto de las formas de hacer política.
2. El descubrimiento de la brújula, sextante, cuadrante, astrolabio y en general todos aquellos los sistemas de orientación y navegación.
3. Y en tercer lugar un hecho de primera importancia para el advenimiento posterior de la ilustración, el descubrimiento de la Imprenta, y por lo tanto la socialización del conocimiento. (con la imprenta el mismo caso que el de la pólvora)
4. En otro plano, se descubren los ciclos gracias a los primeros rudimentos de una astrofísica copernicana, la cual sumada a la revolución de la imprenta, genera la secularización cultural y la pérdida del poder de la iglesia.
En el plano geográfico se suscitan una serie de acontecimientos que marcan el actual devenir de la historia universal, de entre los cuales sobresale El “descubrimiento” de América y a esto sumado, la pronta, eficiente e inhumana expoliación que occidente instaura en el seno del nuevo mundo para así abrir las puertas y bienvenir al naciente Capitalismo y a la constitución de los Estados Nacionales.
Todo lo descrito obviamente ejerce una radical influencia en el desarrollo del pensamiento y por ello se gestan procesos como el Cisma de la Iglesia con procesos como la Reforma y la Contra Reforma, y en el caso del pensamiento, una nueva forma de entender el relato de los acontecimientos con una Metáfora que da principal importancia al fenómeno natural y por extrención social, el cual se refleja en el marcado interés por realizar una serie de estudios, sistematizados, organizados, nemotécnicos que dan paso al surgimiento de las Ciencias Naturales y por ende del Enciclopedismo.
A partir de esta instancia las luces se abren paso en el cielo de occidente y se instaura un tiempo, una etapa histórica con una forma de pensar la vida, al ser humano y la relación que este tiene con su entorno natural, es decir, surge una nueva forma de entender tiempo y espacio y la relación que el hombre tiene en este contexto con lo que le rodea y consigo mismo, lo cual da pie al aparecimiento de una nueva forma de hacer o generar conocimientos a partir de esta nueva concepción científica, denominada positivista.
En este periodo la ciencia implica, a diferencia de la Antigua Grecia, el estudio de Fenómenos y ya no de esencias, es decir se estudia la cosa en sí, y por lo tanto la ciencia deja de ser metafísica, para asumirse como una ciencia física a la cual no le seduce el ser, sino, los entes, ya no es contemplativa sino útil, rentable, articulada a la industria y al comercio, es decir, se torna práctica y se instrumentaliza por medio de la tecnología y sus artificios en pos de conseguir o lograr los mayores beneficios y réditos para la humanidad.
La ciencia moderna posee un método particular que se fundamenta en la observación, en el experimento, la hipótesis, la verificación de los hechos, los datos, las cifras, los resultados, para alcanzar así valores como son: la fiabilidad, la objetividad y por lo tanto la Verdad.
Así se instaura la Modernidad y desde su estructura más fuerte se sueltan al aire banderas, constituciones y jurisprudencias, que terminarían proclamando: Libertad, Igualdad y Fraternidad como panfletos de carácter universalizable y en cuyo centro se encontraría localizado el sujeto como único beneficiario de los postulados nacidos en el Siglo de las Luces.
Frente a esta propuesta deslumbrante, actualmente cabe cuestionarse si ¿se han cumplido estos presupuestos? ¿Acaso la Modernidad ha cumplido sus premisas, en las cuales el eje central es, ha sido y será la búsqueda del bienestar del ser humano? ¿Con todo el aparataje Tecno-científico que posee, ha logrado dignificar la vida en escala “Universal” del Hombre Moderno?, ¿Se han superado los problemas de carácter ecológico con alguna propuesta de gestión a nivel planetaria? ¿Por qué no se ha logrado concretar una propuesta digna en el plano político-económico y socio cultural?
El proyecto modernista de occidente, nacido, amamantado y desarrollado en, por y para occidente, se ha mostrado lleno de vicios y omisiones, y, con todos sus pros y contras, ha irradiado una serie de ideas que han cruzado en gran charco atlántico y entraron, en su tiempo, a Nuestra América Latina, y fueron asumidas por nosotros, que para ellos, no dejamos de ser los otros de su modernidad, o sus hijos marginados y las adaptamos, de una u otra forma, a nuestras necesidades específicas y /o regionales.
Solo basta tener en cuenta que todas las luchas por la independencia de los yugos coloniales en el continente americano se gestaron con el aval del pensamiento ilustrado.
Frente al Logos Moderno, Instrumental e Ilustrado, que ha construido y consolidado su identidad durante más de tres mil quinientos años, intentamos en la actualidad la construcción de un nosotros con una identidad que se remonta a algo más de cinco siglos (515 años para ser más preciso hoy en el 2007) y con un mosaico cultural de lo más rico, variado y cambiante, pero, de una u otra manera, marcado por una historia que se podría definir como común, en el caso de la América Latina Hispano parlante.
Asumimos el discurso del progreso, como asumimos su lengua, construimos grandes avenidas, enormes rascacielos, aeropuertos, metros y trolebuses. Comemos kornfleks, tomamos cocacola; virtualizamos espacios urbanos, tenemos telecasas y podemos asumirnos como cosmopolitas domésticos gracias al acceso a la Red Mundial de la Información, cuentas electrónicas y más.
A eso denominamos Progreso, Modernidad y/o Desarrollo, sin comprender que, en la base estructural, nuestro pensamiento no ha consolidado del todo la noción del Logos Moderno, y por ende de la Modernidad en su verdadera dimensión.
Somos el real fantástico en ejecución constante, aquí el realismo mágico campea por doquier como realidad concreta. Cuándo en occidente se puede pensar que una estación de bomberos arda en medio de la noche? Para nosotros esto es una realidad que a todas luces podría concretarse el momento menos pensado.
Somos la periferia de occidente, somos algo así como los nuevos bárbaros frente al discurso oficial que traza una marcada línea divisoria entre los Ejes del Bien y del Mal.
El Caribe y América Latina tienen hoy la responsabilidad de pensarse así mismos, y construirse en la pluralidad y diversidad que nos caracteriza y hace únicos, debemos tomar los presupuestos modernos que nos son útiles, y obviamente, esta tarea debe estar abanderada por los centros donde se genera pensamiento, intelectualidad y discusión académica, para así proponer un proyecto macro que focalice su accionar en dos ejes:
El primero la educación crítica y constructiva, una educación que enseñe a pensar, razonar y posteriormente actuar y no como hasta hoy, que ha privilegiado un memorismo funcional y mediocre.
Y el otro eje a trabajar en este proyecto es la elevación de la autoestima del nosotros frente a un occidente en crisis y del cual somos su reserva intelectual y posiblemente su tabla de salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario