El calor matinal se sentía entre las sábanas
el griterío del afuera anunciaba batallas
entre verduras innombrables y frutas ácidas
los aguacates y las berenjenas
tiradas por los marchantes
las vecinas alborotadas
el dinero, las hambres
los efluvios de la cocina.
Retirado de todo
distante del mundo y su movimiento
tendía mi mano
lenta como una sierpe sobre las arenas
se aproximaba paladeando su néctar
así redescubría el volumen exacto de tu pandero
y volvía a caer rendido en el sueño complaciente
complacido, sonriente.
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