y en el horizonte solo una línea se confunde con la de tu mano
que sabe como domesticar el palpitar fálico del cosmos.
En paz y alegre con la luz del sol, el candor del mar, el cristalino canto del arroyo. En paz con el viento calmo y el alocado, con el curso de la noche y las estrellas. Agradecido con la Tierra, sus dulces frutos, los árboles de buena sombra, las largas espetas, los desiertos arenales, los profundos bosques, los pantanos; agradecido con los animales que pueblan el orbe y resaltan mares, cielos y tierras. En paz con los hombres y las mujeres de buena voluntad, los soñadores, los parias, los desterrados, los que nunca se han vendido, ni se venderán jamás. Luchando en mis adentros conmigo mismo, tratando de aceptar mi absoluta inconformidad y el eterno cuestionamiento de no ser más que una historia inconclusa, pero cada día más hermosa y más mía...
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