El hombre y su afán de claridad se precipitan sobre todos los cuerpos, con ellos arrastran todo, en la avalancha de la historia, las partículas aisladas que parecían mantenerse a salvo y que parecían flotar en torno a los acontecimientos, son traducidas a información, en simulación, en interpretación posible, y como todo, sometidas a las leyes del experimento y del exterminio.
Así pues, el hombre moderno ha logrado entender y manipular, y más, según sus humanas posibilidades, y con la justificación de sus siempre apremiantes necesidades, y con el anhelo de cumplir y dar paso a la realización de su insatisfecho ser instintivo, ha impuesto su poderío sobre las cosas y sus elementos, entregándose de lleno a la tarea de la dominación, domesticación, uso y consumo, casi hasta el exterminio, de todo cuanto le rodea e imposibilitara la penetración e imposición de su lema civilizatorio.
Para que fuese eficiente y efectivo, el proceso de taxonomización de su realidad, penetro lentamente en la formas fijas, hasta desmenuzar los acontecimientos, escenificando en la plenitud de las pantallas los frutos que soñó perfectos.
A su imagen y semejanza, el hombre ha logrado por fin dar a luz a su artificiosa creación, y sin percatarse, ésta, lo ha terminado excluyendo, dominando y domesticando, al punto de la alineación total, al nivel de que el hombre, pobre, ha debido rendirse a la vertiginosa potencia de sus creatio, al cálculo y a la elocuencia con que la técnica y la tecnología se han convertido en entidades altamente deificadas para él y bajo las que se sustentan las nociones de confort, comodidad, vida moderna, y por ende, a los que debe respeto, obediencia, sumisión en el más alto grado a costa de perder, para siempre, todo el sistema de satisfacciones que se ha ingeniado en implementar.
Con todo el artificio se ha logrado generar un mundo desmitificado, en apariencia al menos. La parafernalia tecnologicista propone un mundo de realizaciones y satisfacciones sin límites, a la manera de “Un Mundo Feliz”, aquí el ser moderno forma filas frente a las cotidianas empresas del artificio, sacrificado, en aras del progreso, a la fantasía y todos aquellos opacos espacios del mito, el tabú y la ensoñación de la infancia de hombre.
Hasta no hace mucho tiempo los besos de Drácula maravillaban y hacían hervir la sangre de múltiples vírgenes Julietas desesperadas por no encontrar a un Romeo que las haga temblar en sus brazos, arrebatándoles del cuello un furor maligno del que no se podría saber, a ciencia cierta, si eran ellas las víctimas o las victimarias cuando en sus más íntimas fantasías se sentían mordidas por aquel ser fantástico. Drácula iba y venía en el oscuro abrazo de la noche, en el frío de las catacumbas, iba de página en página, sin simular, representando su ensoñación diabólica y seductora.El sueño era interrumpido cuando rasgaban el silencio los pasos que, sobre la nieve o el hielo, retumbaban cuando era Frankenstein, ese abominable hombre hecho de hombres, el que nos acosaba el delirio, y más, cuando verificábamos que era tan hombre como nosotros, uno entre nosotros, y se nos aproximaba por las esquinas a quien sabe, robarnos un último aliento, un beso, algo de sangre, un poco de vida....
Pero ya Drácula ha sido liberado de su muerte diurna y camina junto a nosotros mendigando miradas, limosnas con que saciar su apetito antes que la noche lo obligue a sucumbir, como nunca antes había pasado, víctima de olvido, la seducción de su beso no motiva ya a nadie, han terminado siendo su antídoto, su castigo, es solo un decrépito anciano con maniáticas pulsiones de una sexualidad más construida al que debería realizarse un psicoanálisis exhaustivo, para enteder sus faltas, sus delirios y su infeliz infancia...
El Moderno Propenteo, es un don nadie como cualquiera de nosotros, rescatado de la enfermedad moderna de la muerte, lleno de prótesis, como todos nosotros, anda como andamos, él quizá se mire en el espejo para preservar su identidad teatral, al contrario de la integra visión de la simulación de un nosotros con una identidad fatal de la que incluso él, se horrorizaría.
El sueño no se pierde por la desmemoria, sino, por la contundencia de un presente perfecto en donde los conflictos, al menos en la parte superficial de la estructura, parecen, haber desaparecido del todo, dando paso al simulacro.
Para que ensoñación y delirio, hoy la TV es la escenificación del drama de la vida, Drácula asiste puntual a su función y se olvida de sí, si vive, es gracias a la pantalla, si muere es por exceso de simulacros.
Ya no ha conflicto en Tierra de Libertad, la felicidad se instaura en su pleno, se apodera de todos los intersticios e infecta todo a su paso, como un virus de perfecciones asépticas, como un cáncer expansivo que intenta afectarlo todo.
La seducción es un escándalo prehistórico del cual hay que liberarse, la meta es exorcizar las fuerzas satánicas, domesticar el ímpetu demoníaco del mal, e instaurar la liberación de las fuerzas productivas con las que se logra suplanta por completo la fabulación romántica por la omnipresencia técnica, a cambio de la vida plena de una realización radical donde el Logos que se impone es el de la Tecné, donde no existe cabida para el erotismo, ya no hay necesidad de temer a Frankenstein, frente a él, la posibilidad de andar de la mano con el clon y el androide, del niño robot con capacidad de amar (Inteligencia Artificial o Yo Robot) se constituyen en la realización del ser moderno y el fin de las patologías de la finitud.
Frente al espejo, un amplio charco de sangre anuncia que Alicia, nunca saldrá de allí, que su doble se ha impuesto, que es ella la elegida pues se ve y siente tan real como Alicia, y mucho más...
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