viernes, 1 de junio de 2007

Malecón...

Cuando Luis Isidor, desde el altillo de su balcón doméstico, me invitaba a compartir la tarde en su desplome inevitable, y entre sorbos de café, me decía, como quien confiesa un público secreto, sus apego irracional a las formas cadenciosas de su identidad caribeña, me sonaba como a un romanticismo exacerbado. Pero cuando me fui yendo, y llegue a los andes, y andaba en lo mío, como los míos, de pronto, como de la anda, como de golpe y sin avisos, me saltaban al cuello, como felinos, ese mar con todas sus olas y el malecón interminable, y volvían a mí los recuerdos y se arremolinaban las inconclusas historias, así fue naciéndome el desarraigo y la necesidad de forzarlo todo para que ya nada se desplome, a no ser la tarde...
E inicié el regreso....como las olas... interminable....