miércoles, 12 de enero de 2011

Marcha bajo las estrellas



Marchaba al exilio de esta tierra con botas agujereadas
pero el sol que helaba la mirada con todo su estupor de páramo antiguo
se mantenía indiferente en su sempiterno trono
el bochorno arropaba de esa forma mis languideces y mi carne al descuido
excitaba a un par de moscas esmeralda
que redoblaban como tambores sobre el espacio vacío
pero seguía callado la corriente de roedores sucesivos dóciles y amaestrados
así andaba por esa polvareda confundiendo las pisadas y los años
los aguaceros pasaban igual que los días de fiesta
nadie tenía más sombra o marca, nadie y nada volvería al polvo
perdido de la razón en el cabildeo de respuestas jamás solicitadas
era un relámpago en la noche tragado por la abisal oscuridad el instante
de a una a la vez llegaban las ráfagas de viento para marcharse
bien lejos a un lugar imposible donde se pueda dormir tranquilo
volvía lentamente la mirada y así descubrí madres y padres
en sus brazos la melena de estrellas imposible me rozaba las mejillas
los pocos árboles que quedaban en pie no se atrevía a reír con mi desnudez
yo era el rey del común  y marchaba con el silencio peregrino
frente a las puertas cerradas y a la indiferencia presta al murmullo

marchaba bajo las estrellas del exilio iba con ellas a una frontera inexistente
a lo lejos las luces de la ciudad eran como un atentado que lastimaba
lo más íntimo de la noche, mi noche
caminaba y mi paso firme se multiplicaba ya no en ecos
conmigo se elevaban de la tierra los hijos del hombre
ellos marchaban a mis costados por los pajonales desiertos
nos conducíamos sigilosos como estampida atenta
a las puertas del reino para tomar por asalto el trono postergado

los cuervos dictaminaron con sus garras sobre el estrado la condena
así dejé atrás piernas y parques, las horas de escuela
el encanto delicado de ser un destripador de horas muertas
asesinaba de esta manera al empecinado amante de la sorna y el laconismo
miraba al espejo mi vientre y la noche escapaba temiendo tanta oscuridad

una máscara de polvo cubría mi tristesa y dibujaba una sardónica sonrisa de papagayo
así iba por las calles como un cualquiera sin levantar sospechas
en las catedrales desayunaba hasta embriagarme con la necesidad ajena
con tantas urgencias y requerimientos arme campañas de salvación
de a poco todo se hizo blasfemo hasta el sexo perdió su podio sacramental
quería llorar pero no encontraba el charco donde guardé mi última lágrima
de seguro escapó tras el infierno oculto bajo unas faldas
o de unos labios errantes de áspid encantado.