miércoles, 29 de diciembre de 2010

Per aspera ad astra



Posiblemente fueron los días como vectores
quienes conspiraban exponencialmente articulando la ecuación
de la que tendría que hacerme cargo hasta el fin de los tiempos.
Ya llegaba de recorrer algunos caminos plagados de dudas
los enfrentamientos habían sido de sombras en las alcobas solitarias
y los sueños no aspiraban a despegar de la seguridad
que aquel par de viejos se habían comprometido en brindarnos
a la prole -que seremos siempre- devoradores de días sin afán de entendimiento.

Ellos regresaban cansados de día y olorosos a labores
Miguel escondido entre sus bigotes y sus ojos calmos
Lupe con larga melena de estrella y manos de diamante.

Aquellas islas volcánicas quedaban en el pasado
como las gigantes quelonias que las nombraban.

En el continente la firmeza nunca fue eterna y permanente
el bramido de las rocas era constante y se hacía sentir
pero David dormía con tal violencia y a pierna suelta
que nada inmutaba su paz de crio reciente
aun era un niño que no atisbaba lo que el viento le depararía.

En un recoveco descubrí el mundo que hasta ayer era proscrito
incluso por mí aquel estadio no era plausible
pero las conspiraciones y los dédalos llevaron mis pasos
a tierra de oportunidades y archipiélagos de desesperanza
el ámbito estaba repleto de gente de común
como yo, allí me confundí con la niebla de la masa
aprendí a amar lo verde olivo como al blanco y al negro   
y me vestí de ellos.

Ya han pasado largas décadas
y me fui a miles de millas de distancia
la piel cubre las desgarraduras, pero bajo ella
el uniforme es el patrón de estas resultantes  tan bien hechas
que solo sirven para alcanzar las estrellas.