martes, 4 de enero de 2011

Estertores de marzo en el mercado de la agonía



Marchaba al exilio de esta tierra con botas agujereadas
Pero el sol helaba la mirada con todo estupor
El bochorno arropaba mis languideces y mi carnes al descuido
Pero seguía callado la corriente de roedores sucesivos
Así andaba por esa polvareda confundiendo las pisadas
Perdido de la razón en el cabildeo de respuestas jamás solicitadas
De a una a la vez llegaban las ráfagas de viento
En sus brazos la melena de aquella estrella imposible me rozaba las mejillas
Los pocos árboles que quedaban en pie no se atrevía a reír con la desnudez
Yo era el rey del común  y marchaba con el silencio peregrino

Marchaba bajo las estrellas del exilio iba con ellas a una frontera inexistente
A lo lejos las luces de la ciudad eran como un atentado que lastima
lo más íntimo de la noche.

Los cuervos dictaminaron con sus garras sobre el estrado la condena
Así dejé atrás piernas y parques, las horas de escuela
El encanto delicado de ser un destripador de horas muertas
Asesinaba  de esta manera al empecinado amante de la sorna y el laconismo
Miraba al espejo mi vientre y la noche escapaba temiendo tanta oscuridad

Una máscara de polvo cubría mi tristesa y dibujaba una sardónica sonrisa de papagayo
Así iba por las calles como un cualquiera sin levantar sospechas
En las catedrales desayunaba hasta embriagarme con la necesidad ajena
Con tantas urgencias y requerimientos arme campañas de salvación
De a poco todo se hizo blasfemo hasta el sexo perdió su podio sacramental
Quería llorar pero no encontraba el charco donde guardé mi última lágrima
De seguro escapó tras el infierno oculto bajo unas faldas
O de unos labios errantes de áspid.

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