martes, 22 de marzo de 2011

Génesis 1



El tiempo, inefable y maldito, siempre sin freno
como una estampida de bisontes
tan real como la bruma y las rocas
o el crecimiento de la cordillera,
tan rítmico como las plegarias del tambor
que clama tempestades al cielo inclemente,
colapsó, adormilado, enamorado, errático
y en un descuido, sin grandes ceremonias,
se instauró la eternidad.
De la cáscara de un huevo de cristal de lluvia
nació amordazado el encuentro satelital
con el fatuo fuego de la cola de una luciérnaga
fugaz e indómito, estigmatizado para siempre
que es mucho
se perdía parpadeando en la sombra
de un camino sin rumbo fijo
en los peligros de una noche común
persiguiéndola hasta hacerse mito

y poblarse de olvidos.

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